Nostalgia porteña

(Este poema está recién terminado, aún necesita madurar... y algo no me convence, tal vez sea un exceso de adjetivos -mi inclinación por los "firuletes"-. ¡Se exigen consejos -amables-! )

Años después,
Me pretenden tus veredas inciertas
Y mi alma seducida se desprende
De resabios amargos de una huida.
Siento perder aquel suspiro desteñido,
Aquel odio contenido
Sucumbido en la añoranza.

Años después,
El encanto de tus esquinas me detiene

Y mis ilusiones cautivadas mendigan
El sosiego de un recuerdo desgastado.

Siento perder la melodía de tus andares agitados,

Aquel diluvio de encuentros perpetrados,

Tus aires de insolente maravilla.

Dos estrofas de la noche.

2. A la etérea efimereidad:

Ay, desgarradora eternidad,
¿Es menester violentar un alma serena?
Acaso no sean tus largos cabellos más que tersos anhelos
Que nuestras ávidas manos cuidan.

Reniega tus alas, triste fugacidad;
Jamás podría ella confortar tu delgada figura.
Sean tus brazos cobijo de la etérea coherencia
que recogen tus labios,
Serenas ninfas en solitud.

Te extraño.

Tu ausencia es el fuego que evapora mi alma
Y mi alma se muerde los labios.
En solitario la pudre el llanto de la congoja,
la riega el sudor del desespero.

Tu recuerdo es el fuego que aviva mi alma
Y mi alma se muerde los labios.
las cenizas despiertan bajo el viento nostálgico,
y la hoguera encendida persiste.

La soberbia del tiempo arde entonces sobre mi piel
Y mi boca se muerde ante el suplicio.

Allí está... [Allá por el 2006...]

Allí esta…

¿No la ven?

Puedo observar cómo se envuelve

A sí misma en un manto de caricias

Cómo rodea su suave figura

Protegiéndose de la tristeza y amargura.

Y limpia con un paño de lágrimas

El temblor que le causa el frío

El temor de lo conocido.

Frágilmente,

Lentamente,

Se despierta el protagonista de su sueño,

Se introduce por los vastos parajes

Y se lanza hacia el tan conocido vacío

Con la esperanza del alegre incierto, 
Con la ilusión del dulce engaño.

Impertinentes ojos devoradores de sensaciones que
Al rojo vivo le recorren la piel.
Garras hambrientas que penetran y atraviesan sin consideración alguna
escupen voluptuosidades y luego emprenden la retirada.
Vanguardistas ocultando retaguardia.
Sulfuran sus imágenes gimiendo inocencia.

Sin embargo allí yacen impertérritos, vírgenes.
Y el sudor que se esconde, la falta de aire, el bullicio interno.
angustias que se afligen, llantos que se ahogan y gritos que se esgrimen...